Ni es mentir decir que un colegio u orfanato abandonado es un tópico de temas del misterio y de las películas de terror. Cientas son las historias de gente que visita estos lugares por su magia y para escuchar el eco del pasado que recorren sus pasillos. Este lugar años atrás albergaba a cientos de personas, y que hoy, no es mas que la triste sombra de lo que un día fue.
Pero esto no es todo lo que no ha llamado la atención, sino el hecho de que tras años de abandono, se ha extendido el rumor de que sectas satánicas han estado usando sus dependencias para rituales paganos. Estamos hablando, del instituto internado que regentaban las monjas de clausura de Tafira, en la zona norte de Gran Canaria.
Tras una fría tarde de invierno, y armados con algunos abrigos y el entusiasmo que nos caracteriza, llegamos ante la entrada principal del enorme complejo de edificios del que consta el instituto, y la residencia fija de las monjas. Como podemos observar en las fotografías, posee un estado de conservación externo envidiable, fruto del poco tiempo que lleva abandonado a la suerte del tiempo.
La reja principal estaba cerrada y encadenada, al contrario que la entrada trasera (por suerte para nosotros), que nos dejaba vía libre al encontrarse abierta de par en par, por lo que nos encaminamos a penetrar en el interior del inmueble por las canchas de deporte.
Nada mas acceder, nos encontramos ante los antiguos garajes de los edificios, que no se conservan tan bien como aparenta el aspecto exterior del conjunto restante. Ya que hay señales de fuego, cenizas, óxido y herrumbre. Dejando atrás dichos aparcamientos, y tras sortear el muro que los une, llegamos al edificio principal que servía de instituto y lugar de estudio.
Este enorme edificio, constituido por tres plantas y una azotea, esconde un estado de conservación pésimo que no refleja su fachada exterior. La primera planta consta de: cafetería, recepción, varios baños, salas de reuniones, almacén y un cuarto de contadores. En algunos fusibles aún se encuentran expuestos, generando una situación bastante peligrosa para los incautos. Todas las habitaciones están invadidas desde el interior hasta el interior por la vegetación; lúgubres enredaderas colapsan las ventajas de cristales rotos, impidiendo entrar la claridad al interior.
Destacar del primer piso del edificio: el patio interior al que se accede al entrar, ya que lo que antaño fue una presuntuosa y orgullosa cristalera, que se observaba desde lo alto, filtrando los rayos de sol mitigados por el contacto con el cristal, sobre los alumnos que en el pasado andaban dentro, hoy tan solo es un esqueleto oxidado de acero. Que con pequeños fragmentos de cristal aún anclados a sus brazos metálicos, dan una visión oscura y desgastada al interior del patio.
La pesadumbre recorre nuestro cuerpo al observar pizarras resquebrajadas por los años, pupitres envueltos en una fina capa de polvo y sillas oxidadas. Alguna de éstas cojas, parodiando lo que antiguamente deberían ser clases de estudiantes. Un lugar que a día de hoy, simplemente es víctima de su propio reflejo.
Los pisos superiores, son una sucesión de pasillos alargados y claroscuros que embriagan el alma de una sensación de tristeza. Y porqué no decirlo, cierto aire de misterio y temor. Ya que, la visión de pasillos en ruinas a ambos lados por puertas y ventanas rotas en abandono, pesan sobre la mirada de cualquiera. Los baños y vestuarios, aún conservan las escrituras en puertas de jóvenes que plasmaron en bolígrafo sus promesas de amor y desconformidad con el profesorado, a pesar de que el polvoriento estado esconda sus secretos más antiguos.
Al llegar a la azotea nos sorprendemos por encontrar una instalación de placas de energía solar completa que a pesar de su incalculable valor de reutilización, la había destruido por completo. Una lástima que no volvieran a usar o trasladar esta ecológica instalación a algún otro edificio que si esté actualmente en uso. La totalidad del edificio está cubierto por graffitis, al igual que el edificio de residencia de las monjas, al que accedimos a continuación.
Este segundo edificio es aún más tétrico y grotesco que el anterior. Antes de ascender por las escaleras del porche que procede a la entrada, descendimos a los sótanos del lugar. Donde se encontraban unos vestuarios en los que algunos jóvenes, queriendo alimentar la leyenda de misterios del lugar, habían plasmado para la prosperidad sus manos con pintura roja. Imitando de esta manera, la sangre humana en busca de dar un resultado tenebroso al oscuro vestuario. Junto a esta estancia, encontramos desgraciadamente, que el resto del sótano había sido tapiado con ladrillos, y por lo tanto su acceso era imposible. Por lo que nos encaminamos a penetrar definitivamente en las entrañas del edificio, que servía como residencia a las monjas clausuladas por él.
Nuestra curiosa y asombrada vista se centra nada mas entrar en la recepción central de la estancia. El interior, es un patio de 3 pisos, donde el centro es una recepción espectacular con un monumento cilíndrico coronando la entrada. Éste se encuentra acristalado y bordeado por una escalera de caracol, que serpentea alrededor de este pináculo interior. Las dependencias y habitaciones, se distribuyen por los lados de los pasillos. El primer piso consta de: aulas, salas de estar, un tremendo comedor ( víctima del vandalismo y el olvido del abandono ), una cocina bastante amplia ( con sus habitaciones-neveras ), y una capilla para la oración de las monjas ( ésta había sido ultrajada y reformada para unos fines muy distintos para los que había sido concedida ).